El Vaticano reunió a expertos que investigan sobre las «células madres adultas», prometedoras terapias que ofrecen garantías de «respeto a la vida», en una manera de mostrar su voluntad de colaborar con la ciencia en el terreno de la salud.
Un total de 350 expertos, personalidades políticas, obispos y embajadores, se reunirán durante tres días para dar a conocer esta investigación poco conocida por el público, alternativa al método de las células embrionarias. Todos será recibidos por Benedicto XVI.
En mayo de 2010, la Santa Sede firmó con la sociedad biofarmacéutica estadounidense un acuerdo sobre las «células madres adultas» y pagó un millón de dólares, en un primer acuerdo contractual firmado por el Vaticano con una empresa comercial.
Para la iglesia Católica, esta investigación tiene la inmensa ventaja de no comprometer la vida desde la concepción, contrariamente a la de las células obtenidas de los embriones, considerada muy promisoria por numerosos científicos, pero que provoca la destrucción de embriones.
Las «células madres adultas» que se encuentran por ejemplo en la médula espinal, la sangre o el hígado pueden transformarse para formar tejidos con múltiples utilizaciones terapéuticas; de este modo, pueden curar enfermedades como la esclerosis en placas o leucemias.
Según el presidente de la Fundación NeoStem, Max Gómez, la investigación ha dejado en evidencia una perspectiva particularmente prometedora: tratadas de manera especial, esas células pueden no sólo regenerar los tejidos de los cuales provienen, también, otros tejidos.
Estas terapias en pleno desarrollo generan nuevas esperanzas, en particular para los enfermos del corazón o los diabéticos.
Monseñor Ignacio Carrasco de Paula, presidente de la Academia Pontifical para la Vida, estimó que este coloquio desmiente la idea de que la Iglesia esta contra la ciencia y se mantendría encerrada como en el siglo XVIII en una actitud hostil. En la investigación médica, la Iglesia sabe que no existe alternativa a la experimentación sobre el hombre, destacó el prelado, pero lo que cuenta es que el hombre no debe ser nunca objeto, siempre un sujeto.
Los actores son dos, médico y paciente, destaca el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo pontifical de la cultura, que organizó el coloquio. También subrayó que el papel del paciente en su curación en la medida que son sus propias células las que sirven para regeneras otras.