Un reciente estudio demuestra que la aceleración de la llegada de nutrientes al intestino mediante un fármaco consigue reducir la cantidad de alimento consumido en una comida. Estos resultados se han publicado en la revista International Journal of Obesity y suponen un cambio en relación a los conocimientos establecidos sobre los mecanismos que controlan la saciedad y la ingesta en humanos.
Se ha observado que, mediante el uso de un conocido fármaco usado para otros fines -concretamente un antibiótico- y que produce una aceleración del paso del contenido gástrico al intestino, se puede acelerar el momento en que las personas se sienten saciadas y dejan de comer. Este descubrimiento es una muy buena noticia ya que abre la puerta al desarrollo de fármacos efectivos y seguros en el tratamiento de la obesidad. La mayoría de los fármacos desarrollados hasta ahora se han acabado desestimando por efectos secundarios graves y los que se mantienen tienen una eficacia muy limitada.
En la obesidad intervienen muchos factores y la solución pasa por la prevención: mejorar los estilos de vida, comer mejor y hacer ejercicio. Ahora bien, cuando se trata de abordar el problema una vez ya se ha instalado, es decir, cuando hay un paciente con un Índice de Masa Corporal ecesivo, que pesa 200 Kg, las medidas habituales no son suficientes. Conseguir limitar la ingesta de calorías exige mucho autocontrol y una ayuda farmacológica. Hace tiempo que se intentan desarrollar moléculas o fármacos para disminuir el hambre o bien inducir la sensación de saciedad para conseguir que el individuo coma de forma más moderada. El problema es que estas moléculas, para conseguir reducir la saciedad, tienen repercusiones sobre el sistema nervioso y, a menudo, se acompañan de severos efectos secundarios. No se sabe con exactitud que molécula es la más importante para dar la sensación de saciedad que hace que la gente deje de comer. Lo que proponen es acelerar el momento en que esto suceda y de forma fisiológica, sin operaciones complicadas ni arriesgadas.
El equipo de científicos reconoce que su propuesta es atrevida, ya que va en contra de la tendencia general. Se dice, que un estómago lleno, que no vacía bien la comida da sensación de «plenitud». El problema es que esto pasa cuando ya se ha terminado de comer, normalmente, unos 30 minutos después de finalizar una comida. Los intentos para conseguir que las personas coman menos haciendo más lento el vaciado gástrico no funcionan porque el estímulo llega demasiado tarde, cuando uno ya ha comido más de la cuenta. Los científicos proponen que si desde el momento en que la comida llega al estómago provocamos que salga rápidamente hacia el intestino delgado, donde hay células que le dicen al cerebro que «ya está lleno», la sensación aparecerá más rápidamente y paralizará la ingesta, disminuyendo así la cantidad de calorías ingerida, esto es lo que se ha demostrado.
En el ensayo clínico participaron individuos con obesidad o con sobrepeso, de edades comprendidas entre los 18 a 65 años.
Una vez comprobado que la aceleración del vaciado gástrico induce más rápidamente la sensación de saciedad y consigue reducir la cantidad de calorías por comida, parece clara la necesidad de buscar fármacos que actúen en dicho sentido. Tenemos que desarrollar fármacos que tengan este mismo efecto y no lo pierdan cuando se dan por vía oral y de forma repetida y que sean seguros.
El estudio ha sido noticia en Nature Reviews Gastroenterology & Hepatology Research Highlight y en Reuters Health’s.