Hemos visto en las películas cómo algún personaje coloca su dedo en el cuello de una víctima en el suelo para comprobar si sigue con vida, pero quizás no sabemos qué prueba están realizando para cerciorarse si esa persona está muerta o no. Están comprobando en la arteria carótida si esa persona tiene pulso y, por lo tanto, si su corazón sigue latiendo.
Controlar la frecuencia cardiaca es algo que debemos hacer de manera habitual en la vida diaria puesto que cualquier variación en estas mediciones puede ser uno de los síntomas de sufrir distintas enfermedades cardiovasculares, deshidratación o una infección.
La frecuencia cardiaca es el número de veces que nuestro corazón se contrae para bombear sangre a todo el organismo y que éste, gracias a ello, pueda funcionar correctamente. Esta cifra se calcula por número de latidos por minuto y es un claro indicador de cómo está funcionando el corazón.
Es muy importante mantener la frecuencia cardiaca dentro de los parámetros adecuados relacionados con nuestra edad y condición física. A partir de los 20 años, lo normal es tener una frecuencia cardiaca en reposo entre 50 y 100 latidos por minutos.
Si se encuentra por debajo de 50 se considera que sufre bradicardia, mientras que si está por encima de 100 sufriremos taquicardia. Tanto la bradicardia como la taquicardia, si no se tiene una explicación lógica para ello y es continuada, deben ser controladas por un especialista y, en muchos casos, tomar medicamentos para mantenerlas en rango.
La frecuencia cardiaca cambia por múltiples factores como pueden ser la edad, la hora del día, si hemos tomado alguna bebida energética o no, si acabamos de hacer deporte o si estamos tomando ciertos medicamentos, por este motivo, no hay que asustarse si, en una medición, la cifra sale alterada; lo que hay que hacer es repetir la medición en otro momento del día y, si se dan varias mediciones con resultados fuera de la normal, acudir al médico para que nos haga un chequeo más detallado.