Aunque no nos guste, el dolor es necesario para garantizar nuestra supervivencia: es una señal de alerta del organismo que nos avisa de que algo no funciona correctamente. Pero no para todos es igual.
Para algunas personas, el dolor de cabeza es un trance intolerable; otros, en cambio, aguantan hasta casi el desmayo.
La diferencia está en el umbral o la tolerancia que tenemos las personas frente al dolor. Los estudios realizados en diferentes grupos étnicos, indican que casi todo el mundo tiene, el mismo umbral del dolor, pero con algunos matices.
Existen especialistas que pueden realizar la medición del dolor según distintas escalas unidimensionales o multidimensionales (que analizan diversos aspectos como las sensaciones, la frecuencia, la intensidad, etc…). Las hay particularmente útiles para los niños, con dibujos de expresiones faciales con las que pueden identificarse.
El nivel de dolor que llegan a sufrir dos personas con lesiones similares varía, estas diferencias pueden ser reflejo de la educación o la cultura de cada uno, existen cada vez más pruebas de que la respuesta al dolor tiene mucho que ver con nuestros genes.
El Dr. Juan Pérez Cajaraville, director de la Unidad del Dolor de la Clínica de la Universidad de Navarra,en España donde se han realizado investigaciones que indican que exitesn diferencias biológicas y psicológicas: influyen los genes, también aspectos emocionales, como las expectativas y los daños en el sistema nervioso.
Por ejemplo, mujeres y hombres no somos iguales y, por tanto, tampoco actuamos igual frente al dolor, de hecho, al contrario de lo que siempre hemos pensado, ellos aguantan mejor. Eso sí, parece ser que las mujeres responden mejor a los analgésicos.
La diferencia la marca una proteína,las conclusiones del estudio se publicaron en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.
La investigación reveló que una proteína (GIRK) en el organismo de los hombres transmite el dolor con menor intensidad. Sin embargo, en las mujeres, lo transmite con mayor agudeza, pero es más sensible a la acción de los analgésicos.
Frente a determinadas situaciones, la reacción es similar. Por ejemplo, si tropezamos en una huida frente a algún peligro, probablemente ni mujeres ni hombres seremos conscientes de ello. Esto se debe a que, dentro del circuito neurológico del dolor, los receptores de los opiáceos naturales, las encefalinas, las dinorfinas y las endorfinaS, actúan como analgésicos sin interferir en la actividad motora.
Estos receptores evitan que el cerebro sea consciente del dolor, lo que explica por qué, en algunas circunstancias, como en momentos de riesgo vital, en una huida o en la lucha, el organismo no es consciente del dolor.
El deporte es uno de los mejores motores de producción de endorfinas; por ello, realizar cualquier tipo de ejercicio físico no sólo es beneficioso para mantener una forma física óptima, también sirve para regular el dolor.
Lo mismo ocurre con la risa o las reuniones sociales satisfactorias, que son excelentes productores de endorfinas.