Para los seres humanos la supervivencia depende, en gran medida, de un funcionamiento social efectivo.
El estudio sobre la cognición social tiene sus raíces en la psicología social, disciplina que procura entender y explicar cómo los pensamientos, las sensaciones y el comportamiento del individuo se ven influenciados por la presencia de otras personas. Estudia al individuo dentro de un contexto social y cultural, y se centra en cómo la gente percibe, atiende, recuerda y piensa sobre otros, lo cual involucra un procesamiento emocional y motivacional.
Existen teorías que sostienen que el tamaño del cerebro se relaciona mayormente con el alcance del contacto social en cada especie. A partir de esto, muchos se han preguntado si la complejidad de nuestro cerebro no se debe justamente a la complejidad social de nuestra especie.
La cognición social incluye diversos procesos, como la “teoría de la mente” (se denomina así a la capacidad de inferir los estados mentales de otras personas -incluyendo sus intenciones y sentimientos- y de darse cuenta que los otros tienen deseos y creencias diferentes a las nuestras), la empatía, el reconocimiento de expresiones faciales, el procesamiento de emociones, el juicio moral y la toma de decisiones.
Dado que la conducta social tiene demandas únicas, se piensa que posee sistemas cerebrales especializados. La conducta social requiere de una identificación muy rápida de los estímulos y signos sociales (tales como el reconocimiento de las personas y su disposición hacia nosotros), una importante y necesaria integridad de la memoria (para recordar quién es amigo y quién no lo es en base a nuestra experiencia pasada), una rápida anticipación de la conducta de los otros, y la generación de múltiples evaluaciones comparativas. Por otro lado, los desafíos cognitivos requeridos para la interacción social parecen ser diferentes de aquellos requeridos para los objetos.
La cognición social se relaciona con el resto de las capacidades cognitivas con el objetivo último de guiar nuestra vida en sociedad, con estrategias a veces involuntarias y automáticas y muchas veces debajo de los niveles de nuestra conciencia.