Botox es un medicamento producido a partir de la toxina botulínica. No es un veneno activo sino una proteína que debilita e inactiva los músculos.
En 1973, el botox se empleó como tratamiento para pacientes con Nistagmus. Al debilitar el músculo del ojo que se contrae más de lo necesario, el botox brindó una alternativa a la cirugía. Después de este descubrimiento, el botox rápidamente ganó aceptación como una opción para tratar otros desórdenes oftalmológicos como la blefaroplastia . Una intensa investigación confirmó rápidamente una alta posibilidad de éxito y con una mínima posibilidad de efectos secundarios si se utiliza una minúscula cantidad de la toxina botulímica.
El botox es un medicamento potente en altas concentraciones, si se usa en muy pequeñas cantidades tiene un alto márgen de seguridad. Después de que el músculo haya sido inyectado, sus primeros efectos no son notables en las primeras 24 horas y el efecto en el músculo no será completo en menos de dos semanas. Generalmente se utiliza cincuenta unidades de botox o menos por sesión. Para tener efectos tóxicos en un paciente tendría que inyectarse más de 2.000 unidades de una sola vez. Los efectos del botox sólo afectan al músculo y de ninguna manera al sistema nervioso central o a ninguna otra parte del cuerpo, ya sea inyectado accidentalmente en algún nervio o vaso sanguíneo. El botox es seguro porque es posible la completa recuperación del músculo. La recuperación es segura debido a que el cuerpo humano genera nuevas fibras que permiten la activación de los músculos.
La Gastroenterología y la Neurología están también explorando la terapia con botox en sus pacientes, se ha convertido en el apoyo principal de la terapia sin cirugía para el tratamiento de los músculos espasmódicos del cuello, la laringe, ciertos temblores y calambres, tics, esclerosis múltiple, parálisis cerebral, condiciones post infarto, lesiones de la medula espinal, parálisis nerviosa, enfermedad de Parkinson y espasmos faciales. El botox también se utiliza en problemas digestivos (disfagias, úlceras), y en el tratamiento de problemas del habla como el tartamudeo. Además, el tratamiento de desórdenes genitourinarios, vejiga espástica, incontinencia urinaria leve y otros desórdenes han sido estudiados con botox.
Las inyecciones de botox para su uso cosmético lo iniciaron en 1988 cuando una oftalmóloga y su esposo dermatólogo. Desde entonces, este equipo ha realizado más de 10.000 sesiones en sus pacientes. La oftalmóloga notó que las arrugas de sus pacientes con espasmos del párpado que habían sido tratados con botox desaparecían. Esto llevó a otras investigaciones que confirmaron la efectividad y seguridad del botox y la mejora de las arrugas ocasionadas por el constante uso de los músculos de la cara.
En 1996 en la reunión anual de la American Academy of Dermatology en Washington, la presentación del dermatólogo Dr. Nicholas Lowe mostró que el botox era útil para alisar las líneas de expresión de la cara. Se apreció una importante mejoría en el tratamiento de las líneas del entrecejo o ceño y las conocidas patas de gallo. No se detectaron efectos secundarios importantes más allá de las ya conocidas molestias que causa la inyección. De 30 pacientes sólo uno experimentó una ligera inflamación en el párpado superior que desapareció inmediatamente. El efecto de duración del tratamiento en las líneas de la frente y del ceño fue aproximadamente de 18 semanas. El grado de mejora de las patas de gallo fue generalmente menor que el de las líneas de la frente.
La función del botox es la de prevenir la reaparición de las arrugas al inhibir el músculo. El debilitamiento del músculo empieza entre las 24 a 48 horas después de la inyección y el debilitamiento máximo del músculo se determina en siete días. La paralización del músculo después de la primera inyección dura entre cuatro y siete meses en la mayoría de los pacientes.