Aunque tradicionalmente se culpa a la mujer, pues ella es la que se embaraza, de 70 millones de parejas con problemas de infertilidad en el mundo, 25% es por el factor masculino.
Sin embargo, la manera en que los hombres asocian su capacidad reproductiva con su potencia sexual origina que este padecimiento sea un tabú, sobre todo para los hombres que se niegan a diagnosticarlo con tal de no poner en tela de juicio su virilidad.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, la infertilidad es una enfermedad del sistema reproductivo definida por no poder lograr un embarazo clínico después de 12 meses o más de relaciones sexuales regulares sin protección, en el caso de la infertilidad masculina, esta se debe a problemas relacionados con la producción y la maduración del esperma, ya que este puede ser inmaduro, tener una forma anormal o ser incapaz de moverse adecuadamente, o bien, puede ser que los espermatozoides sí se produzcan pero en cantidades bajas, existen diversas situaciones que pueden afectar la producción espermática del hombre, entre ellas el consumo desmedido de alcohol, tabaco o cualquier otra sustancia psicoactiva, el ejercicio en exceso y la ingesta de anabólicos, un historial de infecciones de transmisión sexual, así como traumas testiculares y factores psicológicos o de estilo de vida.
Ante la sospecha de problemas de infertilidad, las parejas no deben esperar demasiado tiempo para someterse a una evaluación médica, y en el caso de los hombres, es recomendable que visiten al andrólogo, ya que es el especialista indicado para diagnosticar este padecimiento.
Si bien los problemas de infertilidad afectan emocionalmente tanto a hombres como a mujeres, son los hombres quienes enfrentan con mayor intensidad el miedo al estigma, a la burla y a la desvalorización, por considerar que no poder tener hijos es un incumplimiento a su deber de hombre, lo que supone un detrimento de su masculinidad.
Aunque son muchos los hombres que sí desean tener hijos, un estudio elaborado en 18 países incluido México, de 2009 a 2010, demostró que una cantidad considerable de hombres opta por la paternidad más por obligación que por necesidad, por el estatus y el reconocimiento social que implica.