Las monjas deberían recibir píldoras anticonceptivas por una cuestión médica, dado que estos fármacos reducirían el riesgo de desarrollar cáncer, comentan médicos australianos.
El voto de castidad tomado por 95.000 monjas católicas del mundo implica un riesgo mayor de cáncer de mama, ovario y útero, ya que estas condiciones son más comunes en las mujeres que no tienen hijos.
Es un problema que se conoce hace cientos de años. En 1713, el médico italiano Bernadino Ramazzini señaló que las monjas tienen tasas extremadamente elevadas de la «peste maldita», actualmente cáncer de mama.
Los Dres. Kara Britt de la Monash University y Roger Short de la University of Melbourne en Australia, argumentaron en la revista médica The Lancet que tomar las píldoras anticonceptivas modernas podría ser una solución al problema.
La falta de embarazos y lactancia hace que las mujeres sin hijos tengan más ciclos menstruales, lo que eleva el riesgo de cáncer, mientras que aquellas que tienen hijos disminuyen aún más el riesgo si tienen a su primer bebé de jóvenes, si dan a luz varios niños y si amamantan.
En general, la mortalidad entre las mujeres que toman píldoras anticonceptivas es cerca de un 12 % menor que en las que nunca usaron ese tipo de medicinas, mientras que el riesgo de desarrollar cáncer de ovario o de endometrio disminuye entre un 50 y un 60 %.
Si la Iglesia Católica pudiese hacer que los anticonceptivos orales estén disponibles gratuitamente para todas las monjas, disminuiría el riesgo de esas enfermedades y brindaría a esta situación difícil que enfrentan el reconocimiento que merece.
Si bien la Iglesia Católica condena todas las formas de anticoncepción, excepto la abstinencia, los médicos argumentan que usar píldoras contraceptivas podría ser posible bajo las normas sobre control de natalidad establecidas por el Papa Pablo VI en el Humanae Vitae en 1968.
Ese documento establecía que la Iglesia de ninguna manera considera ilícitas las terapias consideradas necesarias para curar enfermedades orgánicas, incluso cuando también tengan un efecto contraceptivo.
Por supuesto, lapíldora también puede tener sus propios riesgos, como el de formación de coágulos en las versiones que combinan estrógeno y progestina, por lo que la posibilidad de que las monjas las reciban debería evaluarse en función de sus historias clínicas individuales.