Enfermedades y muerte del Papa Juan Pablo II

El Vaticano anunció que la beatificación de Juan Pablo II será el próximo 1 de mayo de 2011

«Si no puedo cumplir mi misión, quizá sea mejor que me muera», comentó Juan Pablo II el Domingo de Pascua cuando se retiraba de la ventana después de haber sido incapaz de pronunciar la bendición «Urbi et Orbi». La traqueotomía le había impuesto silencio durante la Semana Santa, y el Papa reservaba todas sus fuerzas para ese momento, pero el cuerpo lo traicionó. Durante un minuto, luchó por sobreponerse a la Enfermedad de Párkinson y articular la primera palabra, pero sólo se oyó un estertor y un jadeo, mientras su rostro se deformaba por el tremendo dolor, primero físico y después moral. La muchedumbre rompió en un fuerte aplauso, simultáneamente, en todos los rincones del planeta, pues 104 cadenas retransmitían en directo a 74 países la fiesta más importante del año.

Aquel momento dramático del 27 de marzo del 2005 lo fue mucho más de lo que el mundo pudo ver, según ha revelado el secretario Stanislaw Dziwisz en el libro «Dejadme ir…», sobre la heroica etapa final de la vida de Juan Pablo II.  Aunque quizá lo intuyese, Juan Pablo II no sabía que su vida terrena concluiría tan sólo seis días más tarde, a las 21.37 del sábado 2 de abril, cuando litúrgicamente se celebraba la fiesta que él mismo había instituido en el Año Santo del 2000. El Papa no tenía miedo a la muerte, tampoco a la enfermedad o al dolor, después de sufrir como Papa un grave atentado puesto que recibió disparos en el abdomen, la mano izquierda y el brazo derecho, pero las balas no llegaron a tocar órganos vitales.

Se descubre así que el Papa era muy preciso con su médico a la hora de explicar los síntomas, en el intento de acelerar la curación para volver a su trabajo. Otras veces, rechazaba o retrasaba tratamientos que hubiesen frenado su actividad. En abril de 1994, resbaló y se rompió el fémur derecho la víspera de un viaje a Sicilia, al que no quería renunciar. Según el doctor Buzzonetti, para convencerle de la gravedad de lo sucedido, realizaron en plena noche una radiografía en el apartamento pontificio. La imagen dejó claro que la única salida sería hacia el hospital, donde se le implantó una prótesis de cadera.

El Papa Juan Pablo II se resistió mucho más frente a la apendicitis aguda que  manifestó el día de Navidad de 1995, cuando fue incapaz de terminar de leer el mensaje de felicitación.

En 2002 padeció una artrosis en la rodilla derecha, pero el Papa se negó a que se le implantase una prótesis. Llevaba ya tiempo utilizando una plataforma móvil, que le permitía desplazarse de pie, descargando parte de su peso en la pierna izquierda y en los brazos. Desde ese momento, pasó a la silla de ruedas para el resto de sus días. Visto con la perspectiva del tiempo tuvo siempre una fuerza de voluntad fuera de lo común, que le permitió hacer, a lo largo de su vida, mucho más de lo que era físicamente posible.

Los primeros síntomas de la Enfermedad de Parkinson aparecieron a finales de 1991. Según su médico personal, el Papa Juan Pablo II  subestimó, durante mucho tiempo, algunos de sus problemas, y sólo tardíamente comenzó a preguntar por el temblor de la mano. Su médico personal le informó que el temblor es el síntoma más visible de esta patología neurológica. Fue sobre todo la pérdida de equilibrio lo que le llevó a situaciones críticas y, más adelante, el dolor osteoarticular en la rodilla derecha, que le impedía permanecer de pie.

Poco a poco, la Enfermedad de Parkinson iba ganando, y en la primavera del año 2000 el Papa añadió a su testamento una frase que reveló sus dudas interiores: «A medida que empieza el siglo XXI y en el año en que mi edad llegará a los ochenta, hay que preguntarse si no es el tiempo de repetir con el bíblico Simeón: «Nunc dimittis». El carácter del texto deliberadamente ambigüo en los párrafos permite pensar en la muerte, pero también en la renuncia al papado por su grave incapacidad para ejercerlo, una posibilidad que él mismo introdujo en el nuevo Código de Derecho Canónico de 1983.

El domingo 30 de enero de 2005, el Papa Juan Pablo II se entretuvo mucho tiempo en su ventana después del rezo del Ángelus, pero el viento gélido pasó su factura: el Papa contrajo una fuerte gripe que obligó a anunciar la suspensión de todas sus audiencias hasta nuevo aviso.

Según su médico, los síntomas no hacían presagiar una evolución tan rápida y grave como la que se produjo el 1ero. de febrero, cuando un espasmo laríngeo a última hora de la tarde creó un grave peligro de asfixia y el Papa fue trasladado urgentemente a la Cínica Gemelli.

El 10 de febrero, el Papa Juan Pablo II volvió al Vaticano pero, de nuevo, la situación era peor de lo que parecía, y el 24 de febrero se hizo necesario otro ingreso urgente a la Clínica Gemelli, esta vez para practicar una traqueotomía, imprescindible para que pudiese seguir respirando. El 13 de marzo, el Papa regresó al Vaticano.

El Dr. Buzzonetti escribe que el 31 de marzo, poco después de las 11.00, el Santo Padre, que se había trasladado a la capilla para celebrar la misa, sufrió una violenta sacudida de escalofríos, a la que siguió un fuerte aumento de temperatura hasta los 39,6 grados. Mostraba un gravísimo shock séptico con colapso cardiocirculatorio debido a una infección de las vías urinarias.

En ese momento crítico, su secretario declaró que el Papa manifestaba claramente la decisión de permanecer en su casa donde, por otra parte, estaba asegurada una atención médica calificada y continua.

A media tarde,el Papa Juan Pablo II asistió desde la cama a la misa que celebró en su habitación el cardenal Marian Jaworski. Una vez terminada, según el relato del médico, el secretario y las hermanas de la casa besaron la mano del Papa, que las llamó a cada una por su nombre y añadió: «por última vez».

El sábado 2 de abril, cuando comenzaba ya a sufrir períodos de inconsciencia, se despidió de sus colaboradores más cercanos  y sufrió un súbito aumento de la fiebre a última hora de la mañana. Según Stanislaw Dziwisz, por la tarde, dijo: «Dejadme ir a la casa del Padre». Poco después, comenzaron a faltarle las fuerzas. A las 21.37, el Papa Juan Pablo II falleció.

Fuente: Oficina de Prensa de la Santa Sede


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