Como funciona el cerebro de un bebé

Los primeros cuatro años son determinantes para el comportamiento de un individuo a lo largo de su vida.

En un recién nacido, todas las células cerebrales funcionan independientemente una de la otra. Conforme el cerebro se va desarrollando, estas células se conectan entre sí formando lo que se conoce como sinapsis. Estas conexiones son los caminos que determinan la manera en que procesamos la información que recibimos y la forma en que descargamos la información que emitimos. El período en que las células cerebrales aprenden a hacer estas conexiones es entre el nacimiento y los tres años de edad.

En los primeros seis meses después del nacimiento, la capacidad del cerebro de un bebé alcanza el 50 por ciento de su potencial en la edad adulta.  A los tres años de edad, el cerebro del bebé alcanza el 80 por ciento de su potencial. Si bien es una realidad que existe un gran aprendizaje después de los tres años de edad, es fundamental contar con buenas bases de aprendizaje en los primeros tres años, para que el resto de su vida el niño pueda estudiar con mayor facilidad.

Los humanos generalmente usamos una pequeña fracción de nuestro potencial cerebral. Los investigadores saben ahora que los primeros tres años de vida son críticos para establecer las bases de la salud física y emocional para el resto de la vida. Si bien se sabe que la salud física depende tanto de la genética del individuo como de su estilo de vida y que con una adecuada nutrición y con ejercicio, se puede evitar la mayoría de las enfermedades más comunes, los patrones para la mayor parte de nuestros rasgos físicos, emocionales y cognitivos –buenos hábitos alimenticios, actividad física y habilidad para expresar o reprimir sentimientos – se forman antes de los cuatro años de edad. Todos estos patrones se van desarrollando en los niños de acuerdo con lo que aprenden. Dicho de otro modo, ningún niño nace con el gusto por los dulces y la comida chatarra. Si no se induce a los niños hacia estos alimentos, intuitivamente van a seleccionar nutrientes que cumplen con sus requerimientos físicos.

La Dra. Clara Davis, investigadora del Children’s Memorial Hospital en  Chicago, llevó al cabo un estudio en el cual observó niños de los seis a los 11 meses que nunca recibieron otro alimento que la leche materna. A cada uno de estos niños les ofrecieron una amplia variedad de alimentos. Todos estos alimentos eran naturales, ninguno procesado, de origen vegetal y animal. El experimento de la Dra. Davis duró cuatro años. Los resultados fueron sorprendentes en términos de auto-cuidado. Todos los niños comieron de manera balanceada. Si bien algunos niños ingirieron exceso de ciertos alimentos y no hicieron combinaciones ortodoxas de los mismos, la mayoría comió cumpliendo con los estándares nutricionales de mayor nivel. El estudio de la Dra. Davis demuestra la inteligencia innata de los niños en su autocuidado y preservación.

Lo que es una realidad es que para hacer elecciones saludables, éstas deben estar disponibles. La sabiduría de los niños en cuanto a sus requerimientos nutricionales puede ocurrir únicamente si se cuenta con opciones de alimentos saludables a su alcance. Lo mismo ocurre con cualquier opción que se da a escoger a los bebés, ya sea alternativas musicales o de actividad física. En otro estudio, los bebés optaron por una sinfonía de Beethoven a pesar de tener múltiples alternativas musicales, incluyendo canciones de cuna. Está claro que la sabiduría en el apetito de un niño, ya sea para alimentar su cuerpo o su mente, es un mecanismo exquisitamente perfecto hasta que no se le distorsiona con malos ejemplos a lo largo del tiempo.

A nivel de la psique, se sabe también que los fundamentos de la formación de la personalidad se completan para la edad de cuatro años. Al final del segundo año de vida, el bebé está a la mitad del camino en términos de la forma en que va a responder, por el resto de su vida, a la frustración y a las gratificaciones, así como la manera en que estructura el mundo desde el punto de vista emocional y cognoscitivo, así como con respecto a las expectativas que desarrolla  en cuanto a las relaciones humanas. En ambientes ricos en estímulos, los niños pueden aprender a nada antes que a caminar, vemos niños que a los dos años de edad son capaces de aprender cinco idiomas de manera simultánea y vemos niños tocando el violín a la edad de tres años. Todos los bebés tienen la capacidad de desarrollar estas aptitudes con los estímulos apropiados.

Los primeros años de vida de un niño son fundamentales para ampliar su aprendizaje y desarrollar su potencial cerebral al máximo. Además lograr que los bebés sean sanos y felices durante estos críticos primeros años les dará una protección de por vida contra la infelicidad y numerosas enfermedades y esta es la verdadera labor de ser padres. No se trata de dar a los niños el mínimo necesario para crecer, hay que alimentarles el cuerpo, el alma y la mente con el mayor número de estímulos positivos posibles.

Los niños que no están expuestos al lenguaje durante los primeros dos años de vida, nunca van a aprender a hablar. Igualmente los niños que no caminaron durante sus primeros dos años nunca van a poder caminar completamente erectos. Estos hechos derivan de diversos casos de niños que crecieron en la selva con animales y posteriormente fueron capturados por humanos. En ningún caso se logró que estas criaturas medio-humanas, medio-animales, fueran capaces de desarrollar las habilidades humanas de caminar erectas y hablar.

Tan solo un año en esta etapa crítica de aprendizaje puede hacer la diferencia en el desarrollo de los niños. La Dra- Myrtle McGraw, una psicóloga americana, enseñó a dos gemelos a patinar, uno a los once meses y el otro a los 22 meses. Fue marcada la diferencia en cuanto a la habilidad para patinar. El niño que aprendió más joven resultó ser mucho más atlético a lo largo de su vida que su hermano gemelo. De tal forma que para lograr todo el potencial de un niño para la coordinación física, las aptitudes deben desarrollarse antes de los cuatro años de edad.

Si bien es una realidad que cada individuo tendrá aptitudes y preferencias genéticamente determinadas, es nuestra responsablidad como padres, descubrir cuales son las capacidades y preferencias de nuestros hijos para que logren desarrollar su potencial máximo en la actividad que disfrutan, que desean y que más se les facilita.


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