¿Qué es la mala medicina?

El acto médico debe estar sustentado en una historia clínica veraz y suficiente que contenga las prácticas y procedimientos aplicados al paciente para resolver el problema de salud diagnosticado

Es “mala” toda medicina que no tome en cuenta las necesidades de un enfermo o que le ocasione daño. Aunque la peor medicina es la que priva a quienes necesitan de ella de un acceso digno y justo a los recursos necesarios. En esta vergonzosa situación se encuentra hoy una gran proporción de los seres humanos que habitan el planeta incluso dentro de algunos de los países ricos.

Las sociedades de la opulencia no sólo usan inmensas posibilidades, también abusan de ellas. Desde distintos lugares se escuchan advertencias acerca de la utilización innecesaria o imprudente de las herramientas disponibles tanto para el diagnóstico como para la prevención o el tratamiento de enfermedades.

La descontrolada proliferación de recursos tecnológicos ha alterado la valoración del acto médico que siempre ha sido un vínculo esencialmente humano y del juicio clínico como fundamento de las acciones que se emprenden.  Los exámenes complementarios han permitido reconocer y tratar enfermedades hasta no hace mucho incurables. Pero, ¿qué ocurre cuando dejan de funcionar como auxiliares del criterio clínico para convertirse en el acto médico mismo?

Nada de esto no sería posible sin el cambio cultural que le da sustento, la confianza que generan los resultados de los estudios se han ubicado por encima del criterio que debe orientar al médico.

La multiplicación de exámenes son considerados por muchos profesionales, pero también por sus pacientes, como el único modo de ejercer la medicina. Cuando una práctica desplaza el vínculo interpersonal y pone en el centro los datos que la tecnología le aporta, algo muy íntimo está cambiando. La propia definición se trastorna y tanto los médicos y los pacientes, quedan atrapados en ella.

Vivimos una época en la que muchas enfermedades son evaluadas no por lo que los pacientes sienten o muestran sino por las cifras de ciertos biomarcadores en la sangre o en otros órganos o tejidos. En muchos casos se identifican y tratan “riesgos” más que enfermedades, esto es muy bueno pero también muy peligroso cuando se aplica sin la racionalidad necesaria, es frecuente ver en los consultorios escenas donde la gente viene tratar sus “números”. El objetivo básico de la medicina es atenuar el sufrimiento de las personas.

Lo que parece funcionar en la teoría no se comprueba en la práctica, tratar las cifras que proceden de las personas no es lo mismo que tratar a las personas de quienes aquellas cifras provienen, la medicina se ejerce sobre individuos únicos. Los marcadores del colesterol, presión arterial, osteopenia, etc. no pueden reemplazar a los pacientes.

Las nuevas generaciones de médicos en algunos casos, adoptan las actitudes siguientes:

• Se distancia la relación médico paciente.

•Se deteriora la confianza de los profesionales en sí mismos y de los enfermos en sus médicos.

•Se desplazan acciones humanas hacia los instrumentos.

•Disminuye la comunicación verbal entre médico y paciente.

•Los exámenes complementarios ya no “complementan”, son todo.

•Se transforma el médico de razonador clínico, a lector de resultados.

•Construyen hipótesis después y no antes de los estudios que deben corroborarlas.

•Encuentran muchas cosas clínicamente irrelevantes (incidentalomas).

La tecnología no es un proceso autónomo capaz de marcar el rumbo de la medicina con independencia de los médicos, se debe  incorporar,  sin renunciar a las facultades que permitirán hacerlo con sensatez e inteligencia. 


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